Las auroras se producen
por la interacción del viento solar con el campo magnético de la
Tierra (magnetosfera). El Sol emite en todas las direcciones un
flujo de partículas cargadas (plasma), estas partículas de plasma
forman el viento solar y viajan a través del espacio. Cuando el
viento solar se acerca a un planeta que tiene un campo magnético
(como la Tierra, Júpiter y Saturno), las partículas cargadas
expulsadas por el Sol son desviadas por la magnetosfera evitando que
impacten directamente en la atmósfera y la superficie del planeta.
La Tierra está protegida
del viento solar por su campo magnético que actúa como escudo
protector desviando las partículas cargadas. Un pequeño número de
estas partículas penetran en la atmósfera cerca de los polos
magnéticos de la Tierra, siguiendo las líneas del campo magnético
terrestre. En su camino de descenso pasan por la ionosfera, que es
una capa que limita exteriormente a la atmósfera, las partículas
cargadas del viento solar colisionan entonces con átomos de oxígeno
y nitrógeno cargados eléctricamente, y es en ella , en la
ionosfera, donde se produce la aurora, entre los 90 y 110 km de
altura.
Cada
aurora es diferente, no hay dos que sean iguales. Son de distintos
colores y algunas son muy brillantes, el color de la aurora depende
de la luz que emitan los choques de los electrones con las moléculas
de oxigeno o nitrógeno, el oxígeno y el nitrógeno que brillan en
la atmósfera causan auroras verdes y rojas. El nitrógeno también
puede producir auroras con un color violeta-púrpura.
Las auroras pueden durar
desde unos pocos minutos hasta varias horas, cuando este fenómeno se
observa en el hemisferio norte se le llama aurora boreal y aurora
austral si es observado en el hemisferio sur.
Aurora en Júpiter:
Aurora en Saturno:
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